Estaba yo tan a gustito leyendo una novela cuando un Señor escritor famoso y con un ego descomunal, me envía un mensaje privado, a Rosalía también, exigiendo que no hiciésemos una mala crítica de su novela en el caso de que no nos llegase a gustar. Yo ya no leía tan a gustito, se me puso el cuerpo como una jota, con una mala leche que las pecas de mi cuerpo desaparecieron. No es la primera vez que sucede esto; no. Tuve la osadía, Dios que inicua soy y mala puta, de comentar una novela que no me gustó, y salió una víbora con nombre y apellidos, la madre de la criatura, a decirme de todo menos pelirroja bonita. Intenté explicarle el por qué de mi crítica negativa, educada y con fundamento, pero odiaba todo lo que fuera en contra de su credo. Pues nada, te queda el cuerpo mal, porque a mí no me van las trifulcas. Ahí quedó todo, bueno, a mi compañera de blog le sentó como una patada en el hígado y no creo que logre frenar su sed de venganza. Yo intenté mostrarle a Rosalía que no valía la