SINOPSIS
Mientras su madre muere de cáncer en una ciudad del norte, la narradora hace el amor con una mujer en un hotel de Barcelona. Tiene un vuelo para visitar a su madre la mañana siguiente, pero ya llegará tarde. Poco después, su amante desaparece de forma brusca y definitiva. Cuando su pareja vuelve de Londres para instalarse con ella en un pequeño apartamento junto al mar, esta intenta ser la calma que sostenga la angustia de un cuerpo que llora a una madre y anhela a una amante.
ANÁLISIS DE ROSALÍA (las palabras azules son enlaces al diccionario técnico)
El inicio del camino comienza lleno de lírica: flores silvestres de colores, aromas sensuales y senderos poéticos. Pero se torna insondable conforme avanza una historia sin estructura, ni tiempos y con frases y párrafos vacíos que molestan como el follaje de un bosque abandonado. Ni el grito de un pájaro perdido te saca del aburrimiento ni de la pereza de someterte a la filosofía de la "justificación" absurda de un amor lésbico tóxico. Un amor que se viste con la bandera feminista, pero daña a otra mujer a la que solo le da una letra como nombre, y ahí comienza su toxicidad. El pájaro nos abandona a mitad de camino y te deja sin amparo ante las conclusiones moralistas y aleccionadoras de una protagonista sin rumbo en la prosa (aunque los "expertos" se empeñen en encumbrar). Y llega el tan manido argumento de los que se creen intelectualmente superiores: El arte, a veces, no es entendible para todos. O la verdadera literatura es incomprensible para muchos. ¡Pues no, la literatura también es comunicación y aquí nos han pasado con un operador de telefonía! Esa costumbre de encriptar el mensaje que se desea comunicar al lector ya no es intelectual, eso solo lo hacen los escritores que no saben utilizar las palabras. Los lectores no somos Indiana Jones buscando la descodificación de un jeroglífico maya (ni mayo, si deseas que utilice el lenguaje inclusivo). Al principio, cuando te pierdes en el bosque enmarañado, crees que tu brújula anda estropeada, pero cuando buscas las referencias de otros excursionistas que ya se adentraron en el laberinto caótico e incoherente de la autora, descubres que no eres la única que se pierde en fallos temporales, descripciones inexactas, escenas de relleno que obvian la tan necesaria arma de Chéjov, palabras huecas, registro irregular, escenas sexuales que parecen escritas por un hombre, prácticas propias de la pornografía lésbica, tecnicismo para hablar del amor, melancolía pretenciosa y generalizaciones sobre el amor heterosexual que nada tiene que ver con la realidad. En la caminata encontramos cáscaras sin frutos, palabras y verbos comodines que empobrecen el vocabulario de la narración. La imposición de cómo se debe sentir y amar bajo el prisma de la dictadura de una democracia del pensamiento único. A mí no me puedes soltar la frase "... una sociedad que hace distintos a hombres y mujeres y les hace vivir juntos, les hace procrear, a menudo sin llegar a conocerse..." y pretender que no me inmute. El lector no es un ente etéreo que no se enerva ante los disparates del protagonista. ¿El copyright del amor verdadero ahora solo lo tienen los homosexuales? ¿Nuestros progenitores nunca se conocieron en sus matrimonios? ¡Anda ya! Sin embargo, en el bosque narrativo oscuro hay destellos de luz, una pequeña lucidez que te genera la suficiente curiosidad para seguir avanzando por los senderos tortuosos de la trama deshilachada. Una luz que te invita a seguir, como la pequeña Caroline de la película Poltergeist. ¡Ve hacia la luz, lectora, veeeeeee! Y vas con la inocencia de encontrar esa luz que te guie y te convenza de que no has gastado el dinero en un panfleto político plagado de "equis". Al final, descubres que el único que se salva es el ratoncito que se cuela en la narración. ¡Échale la culpa a las hormonas cuando no sabes amar o no entiendes su significado! El amor no es celoso, ni egoísta, no exige, no comprende la palabra "renuncia", no es tóxico, no calcula los gastos que conllevan amar... El amor es para personas valientes y Sara, la protagonista, es tóxica, cuenta hasta el último céntimo que invierte en su relación con D. y es perversa. El amor no es lavarse los dientes junto a tu pareja, ni enjaguar juntas los bañadores tras un baño de agua salada, el amor tiene sus parcelas íntimas. Hay que huir de todas las "Saras" que no son capaces de valerse por sí mismas y buscan el empoderamiento en la destrucción de otras mujeres. La protagonista posee cuerpos y no comprende aún que el amor es una mezcla de tacto y espiritualidad. Las que amamos, o hemos amado, nunca conjugamos el verbo amar con el de renunciar. Y quizá, la equivocada soy yo tras más de treinta años de amor en pareja. A la pobre protagonista le falta un "hervor". El personaje no evoluciona. Como poeta, la escritora podía haber usado las metáforas como recurso para transmitir el mensaje que deseaba dar, pero ha obviado cualquier técnica narrativa en todo el relato.
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